Nos enseñaron a sonreír siempre.
A dar las gracias.
A mirar el lado bueno.
A ser luz, incluso cuando dentro solo hay niebla.
Y así vamos, creyendo que estar mal es un fallo.
Que sentirnos tristes es debilidad.
Que mostrarnos vulnerables nos hace menos.
Pero no siempre vas a estar bien.
Y eso no te quita valor.
Te lo da.
Porque sentir es parte del viaje.
Y a veces, simplemente duele.
Duele el cansancio.
Duele la incertidumbre.
Duele el pasado que no se cierra, el futuro que asusta, el presente que pesa.
Estar mal no te hace rota.
Te hace real.
Hay días en los que no hay energía para afirmaciones positivas.
Ni fuerza para ser productiva.
Ni ganas de fingir.
Y en esos días, lo mejor que puedes hacer por ti es abrazarte.
No exigirte.
No solucionarte.
Solo acompañarte.
Estás aprendiendo a vivir con todo lo que eso implica.
Y vivir también es llorar, parar, caer.
Así que si hoy no estás bien…
quédate. Respira. Descansa.
Y recuerda que no necesitas estar bien para ser valiosa.
Solo necesitas ser tú.