Esperamos a que se vaya el miedo para actuar.
A sentirnos seguras.
Preparadas.
Sin dudas.
Pero el miedo no desaparece.
No del todo.
Siempre hay algo que duele un poco al dar el paso.
Siempre hay una parte de ti que tiembla antes de saltar.
Y eso está bien.
Porque el valor no es ausencia de miedo,
es decidir seguir, a pesar de él.
El miedo no se vence ignorándolo.
Se vence mirándolo a los ojos.
Caminando con él.
Hablándole con amor: “sí, me asustas, pero igual lo voy a intentar.”
Atravesarlo es cruzar ese puente de dudas y saber que puedes.
Que no necesitas certezas para avanzar.
Solo un poco de fe en ti.
Solo un paso.
Porque lo que más nos paraliza no es el miedo en sí,
sino creer que por tenerlo no estamos listas.
Y no es así.
Estás lista desde que sientes que quieres.
Desde que algo dentro de ti grita “ahora o nunca”.
Desde que sabes que quedarte quieta te duele más que arriesgarte.
Atravesar el miedo no te hace invencible.
Te hace libre.