No todo lo que agradezco fue bonito.
Algunas de las cosas más importantes que me pasaron…
vinieron envueltas en dolor.
Agradezco las veces que me dijeron “no”,
porque me empujaron a buscar mi “sí” propio.
Agradezco la relación que no funcionó,
porque me enseñó lo que es el amor propio cuando toca elegirte y marcharte.
Agradezco cada caída.
Cada silencio.
Cada decepción que me dejó sola,
porque ahí aprendí a acompañarme.
Hay cicatrices que me dolieron durante mucho tiempo,
pero ahora las toco y ya no sangran.
Solo cuentan.
Solo recuerdan.
Y no, no romantizo el sufrimiento.
Pero reconozco que no sería quien soy sin haber atravesado ciertas sombras.
Porque también ahí hubo fuego.
También ahí hubo semilla.
Lo que agradezco no es el dolor en sí,
sino lo que me mostró.
La fuerza que despertó.
La verdad que reveló.
La versión de mí que nació después.
Hoy miro atrás,
y aunque no todo fue justo,
aunque no todo fue amable…
puedo decir: “gracias por enseñarme de esa forma. No lo entendí entonces. Ahora sí.”