Hola, pequeña.
No tan pequeña, lo sé.
Pero hoy te miro desde aquí —con más heridas, sí, pero también con más amor propio—
y solo quiero abrazarte.
No sabes aún cuántas veces vas a dudar de ti.
Cuántas veces vas a dar más de lo que recibes.
Cuántas veces vas a pensar que para que te quieran tienes que encajar.
Adaptarte.
Callar.
Y no.
Te juro que no.
Con el tiempo vas a entender que quien te quiere bien…
te quiere libre.
Con tus ideas locas, con tus silencios, con tus días oscuros.
Que no tienes que esforzarte tanto para merecer.
Que no necesitas mendigar presencia, ni convertirte en proyecto de nadie.
También vas a romper.
Vínculos.
Sueños.
Versiones de ti que creías definitivas.
Y aunque duela, vas a renacer.
Te vas a cansar, claro.
Vas a querer rendirte.
Vas a tener miedo.
Pero cada vez que elijas seguir, vas a descubrir una fuerza que no sabías que tenías.
Y un día —como hoy— vas a escribirte desde el otro lado.
Con la voz temblorosa y el corazón lleno.
Para decirte:
gracias por no rendirte.
Gracias por seguir, incluso cuando no sabías a dónde.
Te prometo que vale la pena.
Y que sí, al final… te eliges.
Con amor,
la que eres ahora
y está aprendiendo a ser por fin, ella misma.