Emprender suena bonito.
A libertad.
A propósito.
A vivir de lo que amas.
Pero también es vértigo.
Es ir sin mapa.
Es poner tu nombre donde otros ponen una marca.
Es darte sin filtros ni manual de instrucciones.
Porque emprender no es solo crear algo desde cero.
Es atreverte a mostrarte.
A decir: “esto soy, esto tengo, esto ofrezco”,
sabiendo que puede que no guste, que no funcione, que no encaje.
Y aún así hacerlo.
Porque dentro de ti hay algo que insiste.
Una voz que no se calla.
Una verdad que quiere vivir fuera.
Emprender es exponerte sin saber si te van a elegir.
Es apostar por tu mirada, cuando el mundo está lleno de ruido.
Es sostenerte en la fe cuando aún no hay pruebas.
Y no, no se trata solo de ingresos.
Se trata de impacto.
De legado.
De coherencia.
Cada vez que te atreves a crear desde ti,
estás enseñando a otros que también se puede.
Y ese coraje es contagioso.
Emprender no es solo tener ideas.
Es tener valor.
Y el tuyo… ya está en marcha.