Nadie te cuenta que, con el tiempo,
ese sueño que tanto deseabas…
puede dejar de emocionarte.
Puede volverse tarea.
Responsabilidad.
Obligación.
Porque incluso lo que amas se cansa.
Incluso lo que elegiste puede pesar.
Y un día te descubres haciéndolo en automático.
Sin chispa.
Sin esa pasión que tenías al principio.
Y te asustas.
Porque piensas: “¿y si ya no es mi camino?”
Pero no.
No es que hayas perdido el rumbo.
Es que estás dentro.
Y estar dentro también es rutina, es estructura, es repetición.
No porque no lo ames…
sino porque estás creciendo.
Amar tu proyecto no significa estar en éxtasis constante.
Significa sostenerlo incluso cuando no vibra tan alto.
Significa recordarte por qué empezaste,
y también permitirte evolucionar.
Pregúntate:
¿qué necesita ahora este sueño?
¿y qué necesitas tú dentro de él?
Porque a veces no es que se haya apagado la llama,
es que necesita aire nuevo.
Una pausa.
Una revisión.
Un ajuste de alma.
Los sueños no se abandonan cuando dejan de brillar.
Se cuidan.
Se limpian.
Se reinventan.
Y si te lo permites, puede volver a emocionarte.
Pero desde otro lugar: uno más profundo, más maduro, más tuyo.