Cuando alguien quiere estar, se nota.
No hace falta que insistas, que empujes, que repitas.
Llega. Escribe. Busca. Suma.
Y lo hace sin que tengas que convertirte en detective emocional.
Sin que tengas que analizar cada punto final.
Sin que tengas que cargar el vínculo sobre tus espaldas.
Hay relaciones que duelen, no porque sean malas, sino porque tú das demasiado.
Porque mientras tú estás construyendo, la otra persona solo aparece cuando le queda tiempo.
Y no debería ser así.
Amar no es convencer.
No es esperar eternamente a quien no sabe si quiere quedarse.
No es quedarte en pausa hasta que alguien decida si tú vales la pena.
Elegir a quien no tienes que perseguir es elegir tu paz.
Es decirte que mereces un amor que fluya, no que se arrastre.
Un amor que llegue, no que haya que mendigar.
Porque lo sano no se esconde.
Lo sano no juega.
Lo sano no te deja con las manos tendidas y el corazón en alerta.
Hay gente que te complica para sentirse importante.
Y hay gente que te lo pone fácil porque te valora.
Elige lo segundo.
Elige a quien no tienes que perseguir.
Y así, te estarás eligiendo también a ti.