No todas las despedidas suenan.
Hay algunas que llegan en forma de silencio.
Un mensaje que no vuelve.
Una respuesta que no llega.
Un gesto que antes era y ahora no es.
Y aunque no haya portazos, ni gritos, ni argumentos… duele igual.
A veces más.
Porque el silencio no te discute, solo se va.
Y en ese irse sin hablar, se lleva todas tus preguntas.
Pero el silencio también habla.
Te dice que ya no.
Que lo que había, ya no sostiene.
Que lo que intentaste, no bastó.
Que quien eras para alguien, ya no es suficiente.
Y aunque eso arda, también es una forma de claridad.
Porque hay veces en las que el amor no termina con un final, sino con una ausencia.
Lo difícil no es que no te quieran.
Lo difícil es aceptar que no te lo digan.
Y aún así, soltar.
Soltar la necesidad de entenderlo todo.
Soltar la esperanza de que vuelvan.
Soltar la ilusión de que, en el fondo, sí.
El silencio también dice «ya no».
Y aunque no lo elijas, puedes escucharlo.
Y entonces, caminar tú también hacia adelante.