No sería sobre amor.
Ni sobre trabajo.
Ni sobre éxito.
Si pudiera darte un solo consejo,
te diría esto:
no te abandones.
No te dejes para después.
No pongas tu voz en pausa por miedo a incomodar.
No te acomodes en lugares donde no puedes ser tú sin disimulo.
Habrá momentos en los que el mundo te pida que te ajustes.
Que te calles.
Que no molestes.
Que encajes.
Y tú… vas a dudar.
Porque querer gustar está muy dentro.
Porque te enseñaron que agradar es más importante que sentir.
Pero ahí, justo ahí, recuérdalo:
no te abandones.
Ni por amor.
Ni por aceptación.
Ni por pertenecer a algo que te exige perderte.
Tu paz es más valiosa que cualquier validación.
Tu verdad, aunque tiemble, es tuya.
Y no hay éxito que compense vivir una vida que no se parece a ti.
Así que si solo pudiera dejarte un consejo,
no sería una fórmula.
Sería una promesa:
vas a estar bien si no te sueltas la mano.
Porque cuando te eliges, aunque todo se tambalee…
tú no te caes.