Esperar a sentirte motivada para empezar…
es como esperar a tener sed para construir un pozo.
Llegas tarde.
La motivación es una chispa, no el fuego.
Es ese momento fugaz donde todo parece posible.
Pero no dura.
Y si solo dependes de ella, vas a abandonar cada vez que desaparezca.
Lo que necesitas no es motivación.
Es dirección.
Saber hacia dónde vas.
Por qué haces lo que haces.
Qué hay detrás de cada paso, incluso de los que te cuestan.
La dirección te sostiene cuando nada te inspira.
Cuando te levantas sin ganas.
Cuando nadie aplaude.
Cuando los resultados tardan en llegar.
La motivación grita, la dirección susurra.
Una te enciende, la otra te mantiene.
Una depende del ánimo, la otra de tu compromiso.
Y no es que esté mal emocionarse.
Claro que no.
Pero emoción sin rumbo es solo ruido.
Camina, aunque no sientas el impulso.
Hazlo con sueño, con miedo, con dudas.
Pero hazlo con propósito.
Porque si sabes por qué empiezas, no vas a necesitar que algo te empuje.
Tú misma serás la fuerza.