Hay días en los que amarte no se parece en nada a lo que muestran los libros de autoayuda.
No hay velas. No hay yoga. No hay gratitud en el pecho ni calma en el alma.
Hay días en los que amarte se parece más a llorar sin responder mensajes.
A apagar el móvil.
A cancelar planes.
A ponerte una camiseta vieja y no ser amable con nadie, ni siquiera contigo.
Hay días en los que el amor propio no brilla, no huele bien, no se ve bonito.
Se ve como alguien que se está sosteniendo a sí misma con los hilos que le quedan.
Y eso también es amor.
Porque amarte no es siempre florecer.
Es también permitirte marchitarte sin culpas.
Es no exigirte estar bien todo el tiempo.
Es quedarte cuando nadie más lo haría.
No confundas amor propio con estética emocional.
No es un feed ordenado.
No es una vida perfecta.
Es saber que incluso en tu peor versión, no te abandonarás.
Ese es el tipo de amor que sostiene.
El que no hace ruido, pero salva.